jueves, 30 de mayo de 2013

La revolución de los colorados. Una historia de Montoneros



 



Por Juan Godoy (sociólogo, UBA)

     Ya había pasado la batalla de Pavón, y Mitre gobernaba los destinos de la patria desde hacía más de cuatro años. Se había avanzado contra la montonera, degollado al Chacho Peñaloza, derrocado a los blancos de Berro en el Uruguay, y hacía más de un año se había lanzado la guerra de la Triple Infamia contra el Paraguay. La ciudad-puerto, poseedora de la renta de la aduana, se erguía triunfante sobre montones de muertos y torturados (en el interior se calculan entre 5 mil y 60 mil los asesinados). Se avanzaba a sangre y fuego sobre las provincias, y los sectores populares para tender las bases de la Argentina semi-colonial. El “país granja”, con sus ferrocarriles tendidos en abanico hacia Buenos Aires, bancos extranjeros (británicos), con el incremento de la deuda externa, todo bajo los principios del libre-comercio. La oligarquía porteña pretendía ser un apéndice la economía británica. Ésta, pensaba que solo le quedaba el “escollo” del modelo del Paraguay próspero de los López, con su primera línea telegráfica, el primer ferrocarril, la explotación y fundición de hierro, las estancias de la patria,  los astilleros, la marina mercante pujante, y su deuda externa igual a 0 (cero).  Suponían que este plan iba a ser ejecutado con cierta facilidad, Mitre había dicho que en tres meses estaría en Asunción. Evidentemente se equivocaba, la resistencia no solo del pueblo paraguayo, sino de los sectores populares del interior argentino a la guerra, hará que ésta se extienda por cinco años y que sea “necesario” para vencer el exterminio de las tres cuartas partes de la población paraguaya, lo que significa casi 1 millón de muertos.
     Cuando se creía que la montonera estaba extinta, los “hijos del Chacho” se levantarán, dificultarán el desenvolvimiento de la guerra y pondrán en serios problemas al gobierno oligárquico-pro-británico de Mitre. Esa revolución será, como veremos, federal-provinciana, proteccionista, anti-imperialista, y profundamente latinoamericana. Pero, ¿A qué revolución nos referimos?, a saber: a la revolución de los colorados. Este levantamiento estallará el 9 de noviembre de 1966 en Cuyo, donde San Martín como Gobernador había armado su ejército Libertador de la Patria Grande, mediante la acción activa de su gobierno. El día anterior se encuentran en Mendoza 280 “voluntarios” al mando de Manuel Arias para ir a combatir al Paraguay que había juntado el Gobernador Melitón Arroyo, pero en la madrugada (a las 2.30 de la mañana del 9/11), éstos se sublevan. El gobernador huye[i], se refugia con Irrazábal que en tres días cumplía tres años de haber asesinado al “Chacho”. Los sublevados liberan a Carlos Juan Rodríguez y a Emilio Castro Boedo.
Al otro día es elegido como gobernador el primero. Éste será el Jefe Político del levantamiento, y Juan de Dios Videla el jefe militar. C.J. Rodríguez escribe junto a Juan Saa en esos días a Urquiza: “el pueblo de Mendoza, Exmo. Señor, comprendió de un modo maravilloso, que en ese movimiento se jugaban una vez más, no solo sus derechos provinciales sino también los derechos todos de la República y plegándose a la idea del movimiento, espontáneo (…) ayudó a la revolución con todo lo que era posible ayudarla, poniéndose en armas”[ii]. Los colorados usan como distintivo el cintillo punzó. También están en la revuelta: Emilio Castro Boedo que era un sacerdote de origen salteño, Manuel Frías, Felipe Saa, Estratón Maza, Manuel Olascoaga. Esos 280 “voluntarios” iniciales, se irían incrementando rápidamente con el paso del tiempo, para ser miles. El 21 de noviembre Marcos Paz dispone la intervención federal nombrando a Paunero.
Al mes siguiente, en diciembre, Felipe Varela llega desde Chile a San Juan, luego de derrotar en Nacimiento a las fuerzas nacionales que quisieron evitarlo, y se instala en Jáchal, pasando a dominar la provincia. Marchan con Varela Chilenos como Estanislao Medina, también lo acompaña Carlos Ángel que había estado con el Chacho, Aurelio Zalazar, F. Clavero, que había sido granadero de San Martín (luchado en Chile y Perú), era rosista, a principios de los 60’s está junto a Juan Saa, y más tarde con el Chacho, había sido internado en Buenos Aires, y cuando estalla la Revolución de los colorados se suma a Varela. También se encuentra junto al “Quijote de los Andes”,  el indio Chumbita y Santos Guayama entre otros. El 5 de enero de 1867 Juan de Dios Videla triunfa en  la Rinconada de Pocito (San Juan, que era gobernada por Camilo Rojo), y consolida la revolución en esa provincia.
Dos días más tarde, luego de fugarse de la cárcel en Córdoba, Aurelio Zalazar[iii] controla La Rioja. A fin del mes de enero Juan Saa, quien había enfrentado a Venancio Flores como organizador del Ejército Oriental, ocupa el gobierno en San Luis (que era gobernada por Mauricio Daract), luego de derrotar a Paunero en Pampa del Portezuelo. Los revolucionarios de San Luis emiten una proclama que dice: “hoy la oscura revolución de presos del 9 de noviembre (…) tiene elementos poderosos e indestructibles que serán bastantes para anonadar el poder oprobioso que nos viene dominando desde la espantosa carnicería de Cañada de Gómez (…) ha de ser para la República Argentina, el bálsamo que cicatrice las heridas hechas en el corazón de la Patria”[iv]. Mientras las provincias de Corrientes y Córdoba esperan el pronunciamiento de Urquiza que nunca llegará. El clérigo Castro Boedo en una misiva le dice al entrerriano: “la patria sucumbe (…) si V.E. no se levanta decididamente a llevar con energía la voz de la República, y en esto, la vida y la libertad del Continente Sudamericano”[v].
La revolución se extiende como reguero de pólvora, será por esto que ese enero del ‘67 Sarmiento escriba “el partido bárbaro que hemos combatido tantos años, aprovechando la guerra del Paraguay y de la debilidad del gobierno, empieza a sublevarse en las provincias del interior”[vi]. También es por esta rebelión que se expande rápidamente que Mitre hace volver algunas tropas del Paraguay (unos 4500 hombres), y que el imperialismo británico ofrezca ayuda a través de su cónsul G. B. Mathew, a lo que hace referencia el furibundo mitrista Rufino de Elizalde cuando escriba a Mitre “el ministro inglés me ha hecho los mayores ofrecimientos, en una carta diciéndome que lo avise a V.”[vii]
En ese enero de 1867 el gobierno declarará la guerra de policía[viii] a los montoneros, así no son políticos, sino meros bandidos y/o delincuentes comunes. Al mismo tiempo, como la oligarquía argentina es gustosa de la “libertad de expresión”, “todos los diarios opositores son cerrados, y sus redactores sufren el exilio o la cárcel: Navarro Viola, Guido Spano, Hernández y otros son puestos a recaudo”.[ix]  En febrero del ’67 están con la revolución Mendoza, San Juan, San Luis, La Rioja y Catamarca, con la posibilidad que se sumen Córdoba y Corrientes, “se corría la voz por llanos y serranías, y los hombres acudían desde todos los puntos”[x].  En Buenos Aires están con los revolucionarios Andrade, Oroño, Guido y Spano, Navarro Viola, José Hernández entre otros. También los revolucionarios obtienen apoyo de Chile, con armas y hombres, de Bolivia, con víveres y hombres, de Paraguay, hay una estrecha relación por la guerra y Uruguay, con el partido Blanco, y Timoteo Aparicio.
En marcha hacia su vuelta a suelo argentino, a un mes del estallido de la revolución, Felipe Varela había lanzado una proclama de la unidad  que había hecho imprimir en Chile, “¡ARGENTINOS! El hermoso y brillante pabellón que San Martín, Alvear y Urquiza llevaron altivamente en cien combates, haciéndolo tremolar con toda gloria en las tres más grandes epopeyas que nuestra patria atravesó incólume, ha sido vilmente enlodado por el General Mitre, gobernador de Buenos Aires (…)COMPATRIOTAS: desde que aquel, usurpó el Gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño, es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano, es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos (…) COMPATRIOTAS: ¡A LAS ARMAS! ¡Es el grito que se arranca del corazón de todos los buenos argentinos! ¡ABAJO los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores a la Patria! Abajo los mercaderes de Cruces en la Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre Argentina y Oriental! ¡ATRÁS los usurpadores de las rentas y derechos de las provincias en beneficio de un pueblo vano, déspota e indolente! ¡SOLDADOS FEDERALES! nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás Repúblicas Americanas. ¡¡Ay de aquel que infrinja este programa!! ¡COMPATRIOTAS NACIONALISTAS! el campo de la lid nos mostrará al enemigo; allá os invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo”[xi].
Esta proclama tiene el evidente influjo de las organizaciones de la Unión Americana, que están en línea con el Congreso de Panamá convocado por Bolívar en 1826. En 1856 el pirata William Walker se apodera de Nicaragua por algunos meses, en 1861 se había consolidado la reincorporación de Santo Domingo a España, ese mismo año Inglaterra, Francia y España atropellan a México, en 1864 la escuadra española ataca al Perú y ocupa las Islas Chinchas, luego se dirigen a Chile, quien le declara la guerra y lo vence, pero como represalia bombardean Valparaíso (Mitre niega apoyo a Chile y Perú). Fruto de este avance de las potencias sobre nuestro territorio latinoamericano es que se van a conformar en diferentes ciudades entidades denominadas de Unión Americana. Esta Unión Americana tiene, entre otros, los siguientes principios: “Compondrán la sociedad todos los interesados en el porvenir de las repúblicas americanas y en todos los principios en que se basó su independencia.  Su objetivo principal será: 1º) Trabajar por la unificación del sentimiento americano y por la conservación y subsistencia de las ideas republicanas en América, por todos los medios a su alcance.  2º) promover y activar las relaciones de amistad entre todos los hombres pensadores y libres de la América republicana a fin de popularizar el pensamiento de la “Unión Americana” y acelerar su realización por medio de un congreso de plenipotenciarios”.”[xii]
La revolución de los colorados conjuntamente con la insurrección de Varela encontraban causas concretas en el intento por parte de la administración Mitre de imponer los principios del liberalismo económico y convertirnos en una semi-colonia británica, de cara al Atlántico, de espaldas al interior provinciano y a nuestros hermanos latinoamericanos. Ortega Peña y Duhalde sostiene que fueron “la consecuencia de la ofensiva dirigida por el Imperio británico contra América. Agresión que era encarnada y ejecutada por diversas potencias europeas, como Francia y España, o por las clases sociales que estaban al servicio de la política imperialista, como la oligarquía ganadera mitrista o la aristocracia esclavista del Brasil. Las montoneras fueron la reacción popular que encarnaba la representación y defensa de la unidad americana. Esta unidad no era una abstracción lírica. Se buscaba crear un mercado americano, con barreras proteccionistas, que permitieran desarrollar la industria local, destruidas por la expansión industrial inglesa”[xiii].
La vuelta del montonero Varela a Argentina y su proclama, no es un hecho aislado de la revolución de los colorados, Alfredo Terzaga argumenta que “la acción revolucionaria fue concertada sobre un plan general común, como lo prueba la fotografía que se hicieron tomar juntos C. J. Rodríguez y F. Varela durante la preparación del movimiento”.[xiv] Diferencia asimismo el historiador cordobés los revolucionarios de Cuyo quienes pertenecen a estancieros y propietarios importantes con una fuerza bastante disciplinada, son los “federales decentes”; y por el lado del Norte, La Rioja y Catamarca son peones, artesanos, pequeños propietarios, son los “federales plebeyos”. Felipe Varela, al mismo tiempo, iba a ser quien prolongara la revolución. El plan del montonero, establece Norberto Galasso, sería “avanzar hacia el norte, mientras la revolución de Cuyo se extiende hacia Córdoba y ya controlada la mayor parte del país, lograr el pronunciamiento de Urquiza que provocaría, seguramente, la caída del gobierno central”[xv].
Esta revolución de los colorados iba a comenzar a ser controlada por el gobierno nacional a los pocos meses del estallido, pero pone en este poco tiempo en duda al poder central, como había sucedido con la rebelión de Tupac Amarú a fines del siglo XVIII. En abril del ’67 se producen dos duras derrotas para la montonera, el 1º la de Paso de San Ignacio (San Luis) donde es vencido Juan Saa por las tropas de Arredondo, José María Rosa sostiene al respecto que “la derrota deshizo totalmente a los colorados cuyanos”[xvi]. La otra derrota es el día 10 la de Pozo de Vargas[xvii] (La Rioja). Juan de Dios Videla pierde Cuyo, y el 14 del mismo mes entra Paunero en Mendoza. Los colorados se exilian en Chile.
Pero la montonera no estaba derrotada totalmente. Todavía quedaban gestos heroicos. En agosto del mismo año la revolución toma un nuevo impulso, cuando Simón Luengo tome brevemente Córdoba (del 16/8/67 al 228/867), y Aurelio Zalazar haga lo propio con La Rioja. Felipe Varela vuelve, derrota a Frías, y en octubre entra a la ciudad de Salta[xviii], y avanza sobre Jujuy pero no logra consolidarse, perseguido por Navarro se exilia en Bolivia, desde donde va a lanzar una nueva convocatoria desde Potosí en el comienzo del nuevo año. Así, el 1º de enero de 1868 Varela lanza un nuevo manifiesto que, en tono federal provinciano, afirma: “la palabra Federación, tiene aquí una significación especial. Es un vocablo que envuelve un significado opuesto al de Centralismo, que hemos combatido siempre en las provincias, para recuperarnos las rentas de la Nación confiscadas, centralizadas en Buenos Aires”, a la vez que gritará allí también la causa por la que lucha “¡Federación o muerte!, ¡¡Viva la Unión Sudamericana!!¡Abajo los negreros traidores a la patria”[xix]
Hacia fin de 1868 la revolución y su continuación con Varela estaba prácticamente diezmada. El 12 de enero de 1869 Varela es vencido en Salinas de Pastos Grandes (Salta) por Pedro Corvalán y obligado a exiliarse en Chile. El caudillo popular ya no volverá a suelo argentino, morirá enfermo de tuberculosis en Nantoco, cerca de Copiapó. La prolongación de la revolución de los colorados llegaba a su fin, pero dejaba grabada en la memoria popular de la Patria Grande una gesta libertaria que marca el camino de enfrentamiento con el imperio, de unificación de la Patria Grande, y liberación nacional. El pueblo cantará: “Dicen que Varela viene/levantando polvareda,/y don Juan viene detrás/como flor de primavera./Dicen que don Juan se viene/con toda la chilenada./Empezaron los salvajes/a ganarse en la Rinconada”[xx], y recordará a través de los años la divisa “¡Abajo los negreros traidores a la patria”, ¡¡Viva la Unión Sudamericana!!”


[i] En su huida el Gobernador se lleva el Tesoro Provincial, y el pueblo cuyano hará colecta para pagar a los revolucionarios. Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Felipe Varela. Buenos Aires: Schapire.
[ii] Carta citada en Duhalde, Eduardo L. (2005). Contra Mitre. Los intelectuales y el poder: de Caseros al 80. Buenos Aires: Punto Crítico, páginas 247-248.
[iii] A fines de 1868, ya bajo el gobierno de Sarmiento, Aurelio Zalazar se acoge a una amnistía y se presenta ante las autoridades, pero como se lo considera un simple bandido y asesino, será fusilado. Rosa, José María. (1979). Historia Argentina. Lo Oligarquía. Tomo VII. Buenos Aires: Oriente.
[iv] Proclama de los revolucionarios de San Luis. Reproducida en Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Op. Cit., páginas 146-147.
[v] Citado en Duhalde, Eduardo L. (2005). Op. Cit., página 240.
[vi] Sarmiento, Domingo Faustino (15/1/1867). Citado en Galasso, Norberto. (2011). Historia de la Argentina. Desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Buenos Aires: Colihue, página 416.
[vii] Carta de Rufino de Elizalde Bartolomé Mitre. S.F. Citada en Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Op. Cit., página 110.
[viii] El decreto del 19/1/1867 dictaminada “todos los individuos que tomaran o hayan tomado parte en la ejecución de los atentados cometidos por los revolucionarios de Mendoza… y todos los que en cualquier punto del territorio sujeto a la jurisdicción nacional contribuyan con actos deliberados a estimular, fomentar o mantener aquel estado de anarquía, serán considerados como rebeldes y traidores a la patria, y sometidos por la fuerza a la justicia nacional para ser juzgados como tales con toda la severidad de las leyes”. Reproducido en Rosa, José María. (1979). Op. Cit., página 177. Jorge Abelardo Ramos al respecto agrega que “acusados de salteadores y bandidos de orden común por la camarilla porteña, los hombres de Varela y Guayama fueron calificados por el Juez Federal de Salta y la Corte de esa provincia de “insurrectos” rechazando el cargo de “salteadores”. Por esa razón, Sarmiento, siendo presidente de la República, y muy olvidado de su origen sanjuanino atacó duramente con su dureza acostumbrada al referido juez” Ramos, Jorge Abelardo. (1973). Revolución y contrarrevolución en la Argentina. Del patriciado a la oligarquía 1862-1904. Tomo 2. Buenos Aires: Plus Ultra, página 59.
[ix] Rosa, José María. (1979). Op. Cit., páginas 177 y 178.
[x] Terzaga, Alfredo. (1976). Historia de Roca. De soldado federal a Presidente de la República. Buenos Aires: Peña Lillo, página 207.
[xi] Manifiesto de Felipe Varela, 6/12/1866. Reproducido en Galasso, Norberto. (2010). Felipe Varela y la lucha por la unión Latinoamericana.  Buenos Aires: Colihue, páginas 76-77.
[xii] Citado en Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Op. Cit., página 72.
[xiii] Ibídem, página 96.
[xiv] Terzaga, Alfredo. (1976). Op. Cit., página 200.
[xv] Galasso, Norberto. (2010). Op. Cit., página 85. Ortega Peña y Duhalde suman que también se pretendía levantar a los gauchos de Buenos Aires. Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Op. Cit. José María Rosa suma a los blancos orientales con Timoteo Aparicio a la cabeza, sostiene que López Jordán debía insurreccionar Entre Ríos y apoyarse en los federales de Santa Fe y Corrientes, de todas formas argumenta “la revolución se haría como la guerra de Brasil de 1851, con Urquiza, sin Urquiza o contra Urquiza”. Rosa, José María. (1979). Op. Cit., página 178.
[xvi] Rosa, José María. (1964). La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Buenos Aires: Pela Lillo, página 267.
[xvii] Allí será salvado Felipe Varela por la “Tigra Díaz”, su compañera. Al mismo tiempo destacamos que sobre Pozo de Vargas se escribirá una historia falsificada acerca que las tropas de Taboada iban perdiendo la batalla y como la banda musical comenzó a tocar, les dio ánimo y terminaron “dando vuelta” la historia. Será retratado en la famosa Zamba de Vargas que deja de lado otras que rescatan que la batalla se perdió fundamentalmente por falta de agua. Galasso, Norberto. (2010). Op. Cit.
[xviii] Sobre este ingreso a Salta se escribirán muchas mentiras y difamaciones, diciendo que la montonera saqueó, robó, violó, mató, etc. Pero Ortega Peña y Duhalde  basándose en los archivos judiciales descartan de plano esta visión, demostrando que solo hubo hurtos menores, lógicos en ese contexto, y que tampoco hubieran podido hacer esos desmanes de los que se acusa a la montonera porque solo estuvieron en un breve lapso de una hora aproximadamente. Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo Luis. (1969). Proceso a la montonera de Felipe Varela por la toma de Salta. Buenos Aires: Sudestada.
[xix] Manifiesto del 1/1/1868. Reproducido en Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Op. Cit., página 362.
[xix] Zamba, Dicen que Varela viene.


Bibliografía

ü Duhalde, Eduardo L. (2005). Contra Mitre. Los intelectuales y el poder: de Caseros al 80. Buenos Aires: Punto Crítico.

ü Galasso, Norberto. (2010). Felipe Varela y la lucha por la unión Latinoamericana.  Buenos Aires: Colihue.

ü Galasso, Norberto. (2011). Historia de la Argentina. Desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Buenos Aires: Colihue.

ü Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Felipe Varela. Buenos Aires: Schapire.

ü Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo Luis. (1969). Proceso a la montonera de Felipe Varela por la toma de Salta. Buenos Aires: Sudestada.

ü Ramos, Jorge Abelardo. (1973). Revolución y contrarrevolución en la Argentina. Del patriciado a la oligarquía 1862-1904. Tomo 2. Buenos Aires: Plus Ultra.

ü Rosa, José María. (1964). La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Buenos Aires: Pela Lillo.

ü Rosa, José María. (1979). Historia Argentina. Lo Oligarquía. Tomo VII. Buenos Aires: Oriente.

ü Terzaga, Alfredo. (1976). Historia de Roca. De soldado federal a Presidente de la República. Buenos Aires: Peña Lillo







miércoles, 29 de mayo de 2013

Por qué se dividió América latina

 

 
Un artículo del libro recientemente publicado del abogado y miembro del Instituto Manuel Dorrego sobre las razones históricas, políticas y económicas de una fragmentación que fue salvada con la creación del Mercosur.
Cualquiera que conozca las causas históricas y mire hoy el mapa de América latina, tendrá en verdad serios problemas para entender las razones de sus características. Un Brasil gigantesco y, salvo el caso de Argentina, una cantidad de estados medianos y pequeños, no fácilmente recordables, de lo que un día fue, unificadamente, el Reino de Indias.
La cuestión es vieja, y comienza con el nacimiento de la Nación Ibérica.
Habíamos dicho que esa Nación nace y se constituye como tal, como cultura y como Estado, tras el resultado de siete siglos de guerra con el árabe.
Y que esa guerra da nacimiento a una específica escala de valores, transformándose así, el pueblo ibérico, en cultura viviente y definida.
Pero mientras esa guerra se desarrollaba, en las islas británicas se vivía un proceso completamente diferente. La propia condición de isla –que por otra parte, no tuvo necesidad de ser reconquistada– no sólo le daba seguridad y conciencia de sí misma, sino que incorporaba a sus valores otra manera de ver el mundo.
Para los isleños británicos, el mar era un elemento activo, cotidiano, incorporado a la lucha por la vida, sin el cual era imposible pensar en el comercio y el progreso, en el intercambio y la posibilidad de su dominio.
No en balde allí nació la piratería.
Vigilar las costas y apoderarse de las riquezas que pasaban, fue uno de los orígenes del poderío histórico de la Noble Inglaterra.
No iban a tener la misma escala de valores, que constituía la esencia de cada cultura, quien guerreó como pueblo durante siete siglos para reconquistar la tierra invadida, y el otro, que acumula riquezas de las acechanzas costeras y abordajes, de la apropiación de riquezas conseguidas y transportadas por otros.
Una gran conciencia de la geografía marítima fue el resultado de todo ese largo proceso.
El practicismo inglés de sus filósofos, es también el hijo privilegiado de esa historia.
Inglaterra llegó a ocupar así, con el tiempo, todos los lugares de paso importantes que hacían al comercio del mundo, durante varios siglos.
Sin ir más lejos y al solo efecto de señalar una parte del planeta, el Imperio Británico ocupaba –sin contar sus colonias– el estrecho de Gibraltar, Trinidad y Tobago, la isla de Ascención y las Malvinas. Es decir, custodiaba la totalidad del comercio en el Atlántico.
Siguiendo esa historia asentó el poder de su Estado con el desarrollo de dos aspectos importantes del ejercicio de ese poder a través de los océanos: su flota y su diplomacia.
Fue ésta, su diplomacia, la que tuvo mucho que ver con la trágica historia de la división de América latina.
No fue así el caso de su flota. Triunfante en muchos lugares del mundo, no tuvo sin embargo la misma suerte cuando se enfrentó a los criollos del Río de la Plata. Fue vencida en 1806 y 1807 en las luchas memorables que dieron nacimiento al ejército argentino.
Fue vencida nuevamente por la Confederación Argentina, a cuya cabeza se encontraba don Juan Manuel de Rosas.
Y si no fuera por el activo apoyo de los Estados Unidos estuvo a punto de ser vencida por los argentinos en la memorable guerra de las Malvinas, en 1982. Pero ésta ya es otra parte de la historia.
Fue su diplomacia, decíamos, la que tuvo activamente que ver con el drama de América latina.
España, la guerrera, era económicamente débil e invertebrada. El propio hecho de haberse constituido así, guerreando, le había impedido el desarrollo de una estructura económica y de una ideología que acompañe y dirija un proceso de desarrollo económico independiente. Producto de esa historia, España tendrá esa debilidad, que más tarde operará como campo de la política divisionista de los británicos.
Picón Salas señala esa circunstancia, sin la cual es imposible entender la historia de la división de América latina. Contra la conciencia capitalista, nos dice, que ya comenzaba a formarse en el norte de Europa, actúan en el alma española una serie de restricciones medioevales: la prédica contra el dinero y el préstamo a interés de la teología escolástica, el desdén por el comercio, que en la vieja España había sido ocupación de los humildes judíos. Toda la literatura hispánica de la edad clásica respira el más orgulloso desdén contra las empresas capitalistas. Las injurias al genovés, al ligur, al lombardo, al flamenco, a todos los pueblos europeos donde habían alcanzado el mayor desarrollo de las operaciones de crédito, pueblan los discursos morales de la época. El pícaro llegará a ser en el siglo XVII un seudohéroe popular, precisamente por esa actitud de desafío a lo que hoy denominamos el orden burgués, la organización capitalista. La economía del pícaro es fundamentalmente una economía de aventura que no difiere en sustancia, de la economía del conquistador. Y en ninguna página literaria de otro país, se vierte esa actitud tan antimoderna del alma española: enemiga de la riqueza corruptora y diabólica y enemiga del confort que le quite virilidad a los hombres...
Y agrega más abajo: Hay, pues, en nuestros orígenes, y contra la otra corriente pragmática y utilitaria que ya ha comenzado a formarse en el norte de Europa y que llegaría a su apogeo en el industrialismo y la civilización maquinista del siglo XIX, cierto desdén e inferioridad económica que nos retrasaría en la gran aventura técnica y utilitaria del mundo moderno. Acaso la orgullosa y a veces envanecida conciencia de su hombría hizo al español tan rebelde a lo mecánico. Su medievalismo le hacía preferir el guerrero al comerciante, el alma al cuerpo. Hasta hoy los pueblos hispánicos no han conocido plenamente el estilo de la economía capitalista.
Sobre esta estructura, la diplomacia británica actuó una y otra vez, para ir descomponiendo en partes el Gran Imperio Iberoamericano que se concretará durante el reinado de Felipe II.
La debilidad estructural de la península, se expresaba, entre otras cosas, en el acrecentamiento de los poderes regionales de las distintas noblezas. La oposición a la unificación, de Isabel y Fernando ya había sido un antecedente importante. Antes aún, Portugal había tratado de independizarse varias veces. Pero es recién a mediados de 1600 cuando Portugal se independiza de España, finalmente logrando Inglaterra su primera gran victoria contra el Imperio Ibérico en formación, haciendo de Portugal su aliado inconmovible, un verdadero sub-imperio, al cual cuidará y del cual se valdrá siempre para extender y defender sus propios intereses.
A partir de la independencia de Portugal comienza otra historia para España y las Indias. Este es el primer capítulo de la historia de la división de América latina que espera todavía el latinoamericano que la investigue y la difunda.
La primera división trágica ocurrió en la península.
El triunfo, por supuesto, fue para Inglaterra.
Porque este hecho histórico –la independencia de Portugal– trae consigo preguntas elementales que quedan sin respuestas.
¿Puede una región pobre de la península ibérica, productora nada más que de vinos, transformarse en imperio?
¿Cuáles eran las mercancías que exportaban? ¿Existía allí una revolución industrial qué transformaba su estructura interna? ¿Necesitaba nuevos mercados para colocar sus mercaderías? ¿Estaba Portugal saturada de su propia producción?
Algunas preguntas suenan a sarcasmo. Ni revolución industrial ni mercancías propias tenía Portugal por aquel entonces. Sólo producía vinos, de buena calidad y en gran cantidad, es cierto, pero sólo vinos y fundamentalmente de Oporto.
Portugal fue el primer gran invento inglés que lograría la diplomacia británica.
La historia posterior confirma esta afirmación.
Ya desde el tratado de Methen, Inglaterra había establecido un sólido y estructural lazo con Portugal, a través del cual Inglaterra se comprometía a comprar para siempre jamás, los vinos portugueses. Y, por el otro lado, Portugal se comprometía para siempre jamás a consumir todos los productos industriales que Inglaterra produjese, como ser tejidos, herramientas, armas, pólvora, barcos, etc.
La alianza duró años y no se rompió hasta el siglo XX, cuando Inglaterra, en silencio y tratando que nadie lo perciba, se retiró de América latina. Allí quedó el Brasil, ahora, abandonado a sí mismo.
Esta alianza fue la que hizo que Portugal desembarcara en las costas del Río Uruguay en su desembocadura con el Plata, y fundara la colonia del Sacramento. A partir de allí, y a través de dicha colonia, Inglaterra introducía sus mercaderías en el litoral –hoy Argentina– y en las provincias del interior mediterráneo, llegando hasta el Alto Perú.
A través de la colonia del Sacramento se llevaban los ingleses la plata acuñada en Potosí y nos dejaban sus productos, los más variados, imitación de todo lo que la sociedad criolla de entonces consumía: estribos, espuelas, facones, lo de siempre: la industria del tejido, que en siglo XIX estaba produciendo la Revolución Industrial en Inglaterra.
La colonia del Sacramento fue la moneda de negociación de todas las batallas que se daban en el mundo y en la que participaban España, Inglaterra o Portugal, lo mismo daba.
La historia de las luchas por reconquistar la colonia del Sacramento ocuparía un capítulo aparte en los acontecimientos en la Cuenca del Plata.
Pero lo importante –la alianza de Inglaterra y Portugal– es que allí se hizo la primera cabeza de playa en los dominios de la corona de España.
La alianza continuó, firme en el transcurso de los siglos.
Cuando Napoleón invadió la península, la flota inglesa ancló en Lisboa y salvó a la corte entera, trasladándola a Río de Janeiro y poniéndola a salvo de los peligros de las guerras napoleónicas, como se hace con una verdadera aliada.
Ni bien comienza el movimiento de emancipación en las colonias de España –donde la presencia inglesa fue decisiva–, Inglaterra encarga de los negocios y asuntos del Río de la Plata a Lord Strangford, y se radica éste en Río de Janeiro, para desde allí participar en los requerimientos y urgencias que el tumultuoso siglo XIX presentaba al mundo.
Y así sucesivamente. Primero Portugal, luego el Brasil lusitano, más tarde el Brasil independiente, Inglaterra dirigió desde allí los intereses internacionales que sola y únicamente beneficiaban a su imperio.
Ni la segregación de la Banda Oriental, ni la posterior independencia del Uruguay, ni la sangrienta guerra del Paraguay, fueron hechos ajenos a la política británica en el Río de la Plata.
El profesor Ferns –que escribe la Historia Argentina desde el punto de vista de los ingleses– decía que era muy importante para el Imperio Británico apoyar en todo lo que sea posible la extensión de los límites del Brasil lusitano, porque era como ampliar su propio mercado.
Canning dijo antes, en la cámara de los Comunes, que era necesario apoyar la independencia de las coronas españolas y reconocer cuantas independencias sean posibles en los territorios que pertenecían a la América española.
Quien observe ahora el mapa de América latina y razone sobre la dimensión del Brasil por un lado, y la cantidad de republiquetas que emergieron del seno de la América española, por el otro, tendrá que llegar necesariamente a la conclusión de que el Imperio Británico pudo cumplir la misión a fondo en la historia de la división de América latina.
Pero la acción de la diplomacia inglesa, por sí sola, no hubiese sido suficiente para obtener esos resultados. Si no se hubiese contado con otra realidad tangible y no menos dramática que debilitará también el conjunto del Imperio Hispano en Indias: la equivocada política de la corona respecto a la economía de Hispanoamérica.
No vamos a hacer acá, ni un debate ni un análisis ideológico.
Vamos a señalar situaciones concretas.
En los primeros tiempos, durante más de medio siglo el único puerto habilitado para comerciar legalmente con las indias españolas era el puerto de Portobello, actual Panamá.
Allí llegaban las mercaderías mandadas desde España y selladas por la Casa de Contratación de Sevilla, donde desembarcaban, entrando a la América Española. Ingresadas las mercaderías, entonces empezaba un largo, lento, costoso e irracional peregrinaje.
Tenían –a lomo de mula y caravanas de carretas en los tramos que se podía– que subir la cordillera de los Andes, atravesar el territorio de varios de los actuales países, todo Colombia, Ecuador, parte del Perú, hasta llegar a Lima. De allí, volver a cruzar la cordillera, el altiplano, hasta llegar a La Paz. De allí nuevamente por Potosí, hasta Villazón. Pasar a la Quiaca y comenzar a bajar hasta Jujuy. Luego Salta y Tucumán. Si las mercaderías iban para Cuyo, se tomaba el camino de Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza y San Luis.
Si el destino era Asunción o Buenos Aires, el camino era Córdoba, Santa Fe y de allí hacia arriba o hacia abajo.
Lo absurdo del sistema estaba permanentemente cuestionado por el conjunto de ciudades. Y era lógico que así fuera. ¿Cuánto costaba una mercadería cuando a lomo de mula había entrado por Portobello, recorrido todos los pasos señalados, y ofrecida luego de cruzar dos gigantes ríos en Asunción de Paraguay? ¿Cuántas mulas y hombres se ocupaban para ser consumida en el punto de llegada?
Esta situación creó una preocupación en los gobernantes de Asunción desde los primeros tiempos de la conquista.
En 1564, el Cabildo hablaba al soberano de Pilcomayo, que desciende de los Reinos del Perú y que constituye el más derecho y más cercano camino a los mismos, donde se podrá llegar navegando y realizando la última etapa del viaje con caballos y pardaje.
Sería cosa muy importante, decían los cabildantes, abrir este camino y asentar un pueblo en el medio. De esta manera, mercaderes y mercaderías y pasajeros podrán, a muy poca costa y con gran alivio y descanso, caminar desde la ciudad de la Plata hasta ésta y de aquí hasta el muelle de Sevilla. Pero en todos los tiempos y coyunturas que estas cosas se han intentado y comenzado a poner por obra, se han alzado y rebelado ciertas provincias comarcanas a esta ciudad. También se malograron las tentativas de fundar un pueblo en las costas del Atlántico, que sirviese de puerto marítimo para las comunicaciones con España. A la vista de tales fracasos, se comenzó a dirigir la vista hacia regiones inhóspitas del sur.
Como Asunción, muchas ciudades protestaron contra el irracional sistema.
La voz más fuerte alzó Lima, solicitando una y otra vez, su habilitación como puerto para terminar con ese sistema que a cada mercadería le hacía recorrer el continente entero, de punta a punta.
A la protesta se sumó Buenos Aires. Porque había algo clave y fundamental, como el talón de Aquiles de todo este sistema.
En cada uno de los nacientes puertos de la América española se encontraba siempre anclado un barco de permiso. Era un barco inglés que, con el pretexto del autorizado comercio de negros, bajaban en las ciudades en forma permanente las mercaderías venidas desde las principales ciudades inglesas. Era el contrabando.
Porque había un detalle que ponía en evidencia lo frágil del sistema absurdo. La misma, exactamente la misma mercadería que venía de lejos encarecida por la distancia y el esfuerzo, la ofrecía el barco inglés, sin el sello de la Casa de Contratación de Sevilla, pero casi cinco veces más barata. Porque España, si bien sellaba todas las mercaderías, no las producía, porque con los metales llegados de América simplemente los adquiría a Inglaterra u Holanda, aniquilando su propia industria y creando las bases materiales para que el contrabando causase estragos a través de cada uno de los puertos en toda la extensión de Hispanoamérica.
Y así ocurría. El contrabando fue creando sectores sociales vinculados a su actividad desde los primeros momentos. Estos sectores, al poco tiempo, no sólo constituían grupos de poder económico, sino que tenían destacados representantes en los principales cargos en el Cabildo.
Era tan rentable la actividad que resultaba la tarea más sencilla y redituable.
La vida de Hernandarias fue un ejemplo de derrota de quienes pretendían luchar contra los contrabandistas. Fue el único americano que logró tener su cuadro colgado en la Casa de Contratación de Sevilla, pero fue, en realidad, vencido por los cabildantes de Buenos Aires.
Estos sectores nacidos del contrabando, fueron el origen de las burguesías comerciales de cada uno de los puertos de la América Hispana.
Con el tiempo, una América estructurada de esa manera se iba a hacer trizas levantando la bandera del comercio libre.
Ese fue el segundo capítulo en la historia de la división de América latina.
La necesidad de la emancipación de España iba a ser el resultado natural de ese proceso.
Cuando estalló la revolución emancipadora cada puerto fue imponiendo la visión que tenía a partir de sí mismo.
El puerto, como actividad principal de la intermediación vinculada con Inglaterra, y el espacio necesario, como complemento de esa intermediación fue la base geográfica que cada burguesía comercial incorporó a su planteo de independencia. Ni más extenso, ni más pequeño. El necesario como para que la actividad intermediaria siga enriqueciendo al originario sector del contrabando.
Pero en todo este conjunto de relaciones que iba naciendo durante los primeros siglos de la América hispana, había otro detalle muy importante para nosotros y que será específico en América latina en el problema de la cultura: las mercaderías no llegaban solas. Estaban siempre acompañadas de libros, que llegaban en los mismos barcos y que tenían como misión explicarnos, entre otras cosas, lo beneficioso e importante que significaba para nuestros pueblos el consumo de esas mercaderías.
Pero no sólo de eso hablaban los libros que llegaban. Explicaban también las modas literarias, los proyectos sociales, el valor indiscutible del hecho consumado, la consolidación inglesa y las bellezas de Francia. En suma, llegaba también una cultura.
Una concepción de la vida y una visión de la sociedad.
Un conjunto de valores tácitos de los cuales se desprendían una conducta colectiva ejemplar para una sociedad futura. Un concepto, en fin, distinto, de cultura.
Estos nuevos valores llegados sirvieron para consolidar las independencias de los distintos Estados. Para enseñarnos una economía que no genere un poder propio para los latinoamericanos y para desconocernos entre nosotros culturalmente.
Las distintas independencias materializaron esta realidad por más de un siglo y medio. La nueva situación de Latinoamérica, fundamentalmente desde el nacimiento del Mercosur, pone sobre la mesa la necesidad de saber porqué estamos como estamos. De reconocernos hacia atrás, para proyectarnos hacia delante.
Si lo hacemos con la conciencia clara de todas las frustraciones, nuestro ingreso a estos nuevos tiempos será irreversible.

Entrevista a Dionela Guidi Diez preguntas sobre la década kirchnerista



DIEZ PREGUNTAS
SOBRE LA DECADA KIRCHNERISTA (II)
“UNA ESPERANZA DE FUTURO”
Entrevista a Dionela Guidi (*)


Elías Quinteros: En la elección presidencial del año 2003, en las postrimerías del mandato de Eduardo Duhalde, veinte millones de argentinos repartieron sus votos entre Carlos Menem (Frente por la Lealtad - Unión del Centro Democrático), Néstor Kirchner (Frente para la Victoria), Ricardo López Murphy (Movimiento Federal para Recrear el Crecimiento), Adolfo Rodríguez Saá (Movimiento Popular Unión y Libertad), Elisa Carrió (Afirmación para una República Igualitaria), y Leopoldo Moreau (Unión Cívica Radical). ¿Qué pensabas de Néstor Kirchner antes del acto eleccionario?
Dionela Guidi: Pensaba que era el candidato de Duhalde, y por ende no veía la diferencia entre él y la vieja política. No depositaba ninguna esperanza de transformación. Me empecé a entusiasmar con el transcurso de los primeros meses de gobierno, aunque con desconfianza y cautela, por lo que nos había tocado vivir como país y cómo pueblo.
EQ: Tras asumir como presidente, Néstor Kirchner tuvo que enfrentar una serie de situaciones graves que requerían soluciones urgentes, en un contexto nacional e internacional que no favorecía la gestión gubernamental. ¿Qué hechos constituyeron sus logros más importantes?
DG: Desde el acto de asunción como presidente, Néstor Kirchner dio señales del cambió de rumbo que se venía y desde qué lugar se paraba para gobernar. En este sentido, la derogación de las leyes de impunidad, la política de desendeudamiento con el FMI, la renovación de la Corte Suprema de Justicia, y la política regional de Unidad Latinoamericana, sustituyendo las “relaciones carnales” con E.E.U.U, constituyen, desde mi parecer, lo pilares de su mandato.
EQ: En el año 2007, Néstor Kirchner no buscó la reelección presidencial. Por ese motivo, Cristina Fernández fue designada como candidata del Frente para la Victoria. Y, posteriormente, fue elegida como presidenta de la Nación. ¿Qué pensaste en ese momento respecto de dicha cuestión?
DG: Me pareció acertado porque Cristina representaba la posibilidad más clara y segura de continuidad del proyecto.
EQ: En el año 2008, la pretensión gubernamental de aplicar un sistema de retenciones móviles a las exportaciones de trigo, maíz, soja y girasol, mediante la implementación de la Resolución Nº 125 del Ministerio de Economía, generó un conflicto con las cuatro organizaciones de productores agrícolas y ganaderos que integraron la Mesa de Enlace (Sociedad Rural, Federación Agraria, Confederaciones Rurales Argentinas y Confederación Intercooperativa Agropecuaria). Tal conflicto duró más de cien días y comprendió paros patronales, piquetes rurales en las rutas y en los puentes, manifestaciones callejeras en las ciudades, cacerolazos, desabastecimiento de alimentos, aumento de precios, despidos de trabajadores, incendios de pastizales y hechos de violencia en general. ¿Qué sentiste durante su desarrollo?
DG: Fue el cimbronazo mas contundente de destitución contra una Gobierno elegido democráticamente a través del voto popular. Sentí la indignación de ver como la corporación agro-mediática prepoteaba a todo el pueblo argentino para defender (¡cuándo no!) sus privilegios y para imponer un programa político y económico que profundice nuestra dependencia, y sacrifique nuestra posibilidad de desarrollo en aras de sector social ínfimo pero poderoso. Al gobierno de Cristina, lo defendimos miles de argentinos en las calles, porque era nuestro gobierno, el gobierno que defendía los intereses de los sectores populares. Y supimos hacer de una derrota momentánea, una refundación y un símbolo propio.
EQ: Al igual que Néstor Kirchner, Cristina Fernández no tuvo una vida tranquila durante el desarrollo de su primera presidencia (enfrentamiento con las organizaciones de productores agrícolas y ganaderos, con el grupo de empresas Clarín, con los partidos políticos de la oposición, etc.). ¿Qué aspectos fueron los más relevantes?
DG: Sin lugar a dudas el conflicto con las cámaras patronales marcó un parte aguas. De ese “barajar y dar de nuevo” se impulsó la ley de servicios de comunicación audiovisual y la recuperación de los fondos de jubilación y pensión de los trabajadores en manos hasta ese entonces de las AFJP. También fueron medidas importantísimas la AUH y la recuperación de empresas estatales privatizadas.
EQ: Aunque todavía no llegamos a la mitad de su segundo mandato… ¿Qué cuestiones ya aparecen como las más notorias?
DG: La Reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, la reestatización de YPF y el programa PROCREAR, son las más destacas en este periodo, desde mi punto de vista.
EQ: Ultimamente, más de una persona considera que algunos asuntos que inciden en la región, en el país o en la fuerza gobernante, no son atendidos de la forma adecuada. Y, por ende, demandan la profundización de algunos aspectos de la gestión y la corrección de otros. ¿Cuáles tienen que ser profundizados? ¿Y cuáles tienen que ser corregidos?
DG: Entiendo que necesita ser reformado el sistema impositivo, por ser profundamente regresivo. Creo además, que es necesario volver sobre el problema que se instaló con la resolución 125 de retenciones móviles sobre qué rol tiene el Estado en el reparto de la renta que genera y produce el país. En materia social, pienso que hay una deuda importante en el sector salud, en el que no ha habido otra gestión interesante, más allá de la de Ginés González García.
EQ: A veces, unas palabras tienen la capacidad necesaria para definir a una persona. ¿Qué palabras pueden retratar a Néstor Kirchner? ¿Y qué palabras pueden retratar a Cristina Fernández?
DG: De Néstor nos quedó el legado de la dignidad de ser nosotros mismos, de ensayar nuestras propias recetas, de levantar la voz contra un Imperio porque somos y nunca debimos dejar de ser una Nación soberana, un pueblo con historia y con memoria. De Cristina, la consolidación de una visión de la Patria y la tozudez de defenderla cueste lo que cueste. De ambos, que son la misma cosa, el amor a la militancia que contagió a millones de compatriotas.
EQ: Uno de los rasgos distintivos del período kirchnerista consiste en el carácter, la cantidad, la magnitud y la importancia de los acontecimientos que están asociados al mismo. ¿Qué hecho de este período impactó profundamente tu vida? ¿Por qué?
DG: Si tuviera que quedarme con uno y solo uno diría que la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final y el enjuiciamiento a los represores. Creo que en ese momento de justicia pudimos empezar a pensar que tipo de país queríamos ser y a cual no deberíamos volver nunca más.
EQ: Una gestión gubernamental puede afectar la existencia de una persona, en uno o en varios aspectos, positiva o negativamente. ¿Qué cambió en la tuya a partir de la asunción presidencial de Néstor Kirchner?
DG: Néstor fue un huracán que entró por esas causas y azares a la historia y en lo personal me devolvió una esperanza de futuro. Teníamos una Patria y había que recuperarla y defenderla. Estamos en eso.
(*) Licenciada en Sociología (UBA)
Fuente: Generacion Bicentenario

martes, 28 de mayo de 2013

Internet, la revolución que Marx no imaginó


 

 Por Jorge Castro
La economía mundial crece y la pobreza cae en la segunda década del siglo XXI. Detrás, hay una gigantesca ola de innovación, de raíz tecnológica, y su punto de inflexión es un acontecimiento geopolítico que ha modificado la estructura del poder mundial, al trasladar el centro de gravedad del sistema de los países avanzados a los emergentes, de EE.UU. a China. Los usuarios de Internet son hoy 2.500 millones y aumentan 500 millones por año (500.000 por día). Serían 4.000 millones en 2015, más de la mitad de la población del mundo; y abarcarían a 80% de la población del planeta en 2030.

Tres nudos constituyen el núcleo de Internet: el de la conectividad (transferencia de la información), el de los recursos (su almacenamiento) y el social (estructura de la red de cooperación humana).

La revolución de Internet ha trepado ahora un nuevo escalón histórico.

La conectividad ha mutado en hiperconectividad y el sistema se ha convertido en superintensivo.

Los recursos son ahora procesados en forma industrial, en una plataforma global de computación, cuya potencia de procesamiento es exponencialmente superior. El costo de acceso prácticamente ha desaparecido en la cloud computing.

En el nudo social, los protagonistas son las empresas, sobre todo nuevas ( star ups ). En ellas, el capital ha dejado de ser condición para emprender.

La economía de escala domina el nuevo sistema: maximiza las ganancias y recorta los costos. También abrevia el ciclo de realización -el trayecto de la idea a las ganancias- en una proporción 15%/20% superior a la actual.

El cruce de dos tendencias decide el impacto económico del nuevo escalón tecnológico: amplitud de la red (número de usuarios) y grado de integración (intensidad). Esto fija el nivel de incremento del PBI per cápita que es capaz de alcanzar.

La contribución de Internet al auge de los países avanzados ha sido 21% en los últimos 5 años, y 2,3% en los emergentes.

Las 2/3 partes de los usuarios se encuentran en el mundo emergente, no en el avanzado.

Lo presumible es que la contribución de la red a la expansión del mundo emergente alcance el nivel del avanzado en 10 años (pasaría de 2,3% a 21%).

Lo que implica la fase industrial de Internet lo adelanta la incorporación de la manufactura norteamericana a la red, prácticamente completada. Ha provocado ahorros de capital por unidad de producto en U$S 5 billones/U$S 7 billones en los últimos 10 años. Es el resultado de la virtual desaparición de la fricción -fallas informáticas o logísticas- en el proceso de acumulación.

La acumulación capitalista no es un fenómeno tecnológicamente determinado, sino un proceso de cambio social, esencialmente económico y político. La caída de la tasa de ganancia obliga a desatar innovaciones y su multiplicación surge de la ampliación e intensificación del sistema.

La Segunda Revolución Industrial no surgió del descubrimiento de los aceros Bessemer o del motor de encendido interno, sino de la unificación del gigantesco continente norteamericano en un solo mercado nacional, por obra de los ferrocarriles transcontinentales y del triunfo de la Unión en la Guerra Civil (1861-1865).

El punto de inflexión es ahora otro acontecimiento geopolítico: la caída de Lehman Brothers en Wall Street (15-09-08).

Esta no es una era distinta en la tecnología de la información, sino una nueva etapa en la historia del mundo. En ella se desvanece el capital como factor dominante de la acumulación, precedido por el trabajo en el camino de la irrelevancia. Su lugar lo ocupa excluyentemente el conocimiento. Se cumple en todos sus términos la previsión de Marx en los “Grundrisse”.

Lo que viene después no es el capitalismo.

Es una civilización distinta, en la que lo fundamental no es su funcionamiento, sino su fundamento. Steve Jobs señaló en su momento: “(…) la mejor forma de predecir el futuro es crearlo”.


Clarín - 5 de mayo de 2013